miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Bicentenario de mi Patria

Lo admito, me venció el ambiente bicentenario; cómo resistirme si alcancé a ser educado en el nacionalismo revolucionario que el PRI inculcó por décadas en las escuelas.


El país está a unas horas de paralizarse para lanzar vivas a México a las 11 de la noche de este 15 de septiembre, día en el que Miguel Hidalgo no dio el grito (lo hizo en la madrugada del 16), sino día del natalicio de Porfirio Díaz, quien –por cierto– echó la casa por la ventana hace 100 años.


La revisión de la historia aún no corrige ese detalle y tal vez nunca se haga, es más cómodo celebrar el inicio de la guerra de Independencia en la noche, es mejor estar de fiesta en la noche y descansar el asueto del 16.


En fin, la pregunta obligada es qué festejar hoy, qué conmemorar (ya muchos han hablado de las diferencias de estos dos verbos).


Yo quiero conmemorar de una manera inteligente. Quiero alejarme de la banalidad del gobierno federal y sus festejos de oropel, de sus fuegos artificiales y sus desfiles por más vistosos que sean.


Hoy sigue tan vigente el “¡abajo el mal gobierno!” como hace 200 años. Abajo ese gobierno que reserva en el Zócalo lugares “VIP” para sus invitados e invita al pueblo a ver la celebración por televisión e internet (¿cuánto habrá costado esa campañita para ver el grito “desde la comodidad del hogar”?).


La élite gobernante está tan lejos del pueblo como hace 200 años, como hace 100.


Dicho esto, quiero recordar hoy a todas las personas que han luchado (no siempre con éxito) por un mejor país, quiero conmemorar a esos idealistas que han inspirado y generado grandes cambios.


Pienso en Miguel Hidalgo, José María Morelos, Leona Vicario, Vicente Guerrero, Benito Juárez, Francisco I. Madero, los hermanos Flores Magón, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Lázaro Cárdenas.


No sobra decir que todos estos personajes ilustres fueron humanos y por lo tanto se deben reconocer con sus lados buenos y malos, con todos sus claroscuros, no como estatuas de piedra perfectas e inmaculadas.


También quiero conmemorar a los muchos anónimos que, sin figurar sus nombres en el panteón de los héroes, también merecen estar ahí: a quienes lucharon en la Independencia, en la guerra de Reforma, en la Revolución, a quienes evitaron la reconquista española (al mando de Antonio López de Santa Anna, ni más ni menos), a quienes defendieron al país de las invasiones norteamericana y francesa, a los jóvenes que murieron en Tlatelolco en el 68.


Un reconocimiento especial a las civilizaciones prehispánicas de las que descendemos, de las que orgullosamente desciendo yo. Francamente deberíamos tener un día especial para conmemorarlas también, puede ser el día de la fundación de Tenochtitlán o el día en el que (tristemente) Hernán Cortés derrotó a los mexicas.


De alguna forma deberíamos celebrar todo el legado que nos dejaron y no sólo los mexicas, sino también los mayas, Olmecas y decenas de culturas que habitaron en lo que hoy es México.


Por último, quiero conmemorar a los millones de mexicanos que trabajamos honestamente cada día, a quienes nos divertimos estando en familia, a los que buscamos una mejor nación, más equitativa en lo económico, más democrática en lo político y más educada en lo social y cultural.


¡Viva México!

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